EQUIVALIENTES

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viernes, 25 de diciembre de 2009

Follar en tiempos revueltos


  La actitud de la sociedad española hacia la prostitución no ha cambiado desde la época franquista, aunque las mujeres españolas hayamos ido consiguiendo cotas superiores de igualdad y de presencia pública (por cierto, antes mujer pública era sinónimo de prostituta) y aunque las circunstancias en las que las mujeres realizan esta actividad hayan empeorado muchísimo, hasta el punto de reconocerse que, en un porcentaje elevado se realiza en condiciones que pueden calificarse como esclavitud, en el sentido histórico más extremo de la misma. Es decir, el tipo de esclavitud en el que la persona está alejada de su entorno e incluso de su país, pierde todo derecho sobre su cuerpo, es agredida e incluso torturada, es víctima de abusos sexuales, pierde toda posibilidad de tener una vida personal y familiar satisfactoria, e incluso su vida o la de su familia están en juego.

 Ante este fenómeno, asociado al tráfico de mujeres de otros países, no puede decirse que se haya desarrollado ningún tipo de reacción masiva en defensa de los derechos humanos, más bien podemos hablar una tímida reacción social que suele circunscribirse a tres ámbitos: el mediático, con el lamentable morbo generado en torno a ello, el institucional, que en España todavía no ha dado pasos determinantes al respecto a excepción de ciertas campañas; y el policial, que se traduce en algunas redadas bastante aisladas en clubs y que no parecen responder a las estadísticas de que disponemos respecto a la extensión del problema. Por otra parte, sí se ha expresado públicamente el deseo e incluso la imperiosa necesidad, en ciertos vecindarios afectados, de que se aleje a las prostitutas de la calle y se las circunscriba a clubs de alterne, ejerciendo un control médico y policial sobre las mismas. No podemos olvidar que en bastantes países de nuestro entorno la prostitución ya ha sido legalizada argumentando la necesidad de luchar contra las mafias de proxenetas sin que esta medida haya tenido el menor efecto positivo sobre el tráfico, sino todo lo contrario. La prostitución se acepta como algo inevitable por la mayoría de la población, incluso por el resto de las mujeres que, sin embargo, afirmarán de manera absolutamente mayoritaria que su pareja no utiliza el servicio y que si se enterase de que lo hacía le dejaría inmediatamente. Los que aceptan la protitución la consideran desde un ángulo que podría considerarse desde los siguientes modelos de pensamiento:

1.MODELO DE IDEALIZACIÓN. Se trataría de una actividad de orígenes antiguos asociada a la libertad sexual y que ofrece una especie de combinación entre terapia afectivo-sexual y tratamientos físicos cercanos al masaje. Muy positiva y necesaria para situaciones en las que los hombres necesitan, por ejemplo, iniciarse en el sexo, o mantener relaciones sexuales por quedar viudos, esposa embarazada, no tener éxito al intentar buscar pareja...etc.
2. MODELO DE NORMALIZACIÓN .Un trabajo clasificable en el sector servicios y que debería poder ser visible y aceptable aunque se reconoce que poco apetecible para la mayoría de las mujeres y que, por tanto, sólo sería una opción para situaciones de necesidad económica o bien como opción temporal hasta encontrar algo más satisfactorio.También como opción válida para conseguir dinero rápido mientras se es joven.
3. MODELO DE MERCANTILIZACIÓN.Un trabajo clasificable dentro del sector servicios pero que no debería ser visible por la población en general y en particular del resto de las mujeres ya que es estéticamente indeseable y no debe ser comentado con la familia ni conocido por ella. Por otra parte, el control médico dificultaría que se difundieran enfermedades sexuales entre el resto de la población.
En todos los casos se presenta como UN DERECHO PARA LOS HOMBRES Y UNA FORMA DE EJERCER LA LIBERTAD PARA LAS MUJERES.

  Estos tres modelos se presentan frecuentemente entrecruzados y superpuestos. Sin embargo, el discurso de cuestionamiento de la prostitución como lacra social se limita a ser asociado a dogmas religiosos y apenas se muestra como una manifestación específica de un modelo indeseable de sexualidad basado en la desigualdad entre hombres y mujeres, las relaciones de poder abusivo, y la alienación del deseo femenino. Este tipo de discurso, aceptado en diversos foros internacionales de derechos humanos en general, y de las mujeres en particular, sobre todo desde los años setenta, está siendo prácticamente borrado del debate público y mediático. 

    Este es el caso de la visión de la prostitución contenida en la famosa serie Amar en tiempos revueltos, vista en España y a través del canal internacional. Se presenta en ella una visión crítica y políticamente progresista de la vida en España durante la década de los cincuenta y bajo la dictadura franquista. Se abordan temas como el de la represión y los presos políticos o incluso el poder de la iglesia y los abusos de niños. Ante la cuestión del machismo y la condición social de las mujeres en la España franquista se hacen reflexiones destinadas a perfilar la falta de autonomía y derechos de las misma, que se encontraban bajo la tutela de sus maridos. Incluso se aborda la homosexualidad de modo progresista. Sin embargo, ante el tema de la prostitución, que es el que nos interesa en este artículo, los guionistas han optado por adoptar una actitud totalmente acrítica y condescendiente no ya con su existencia histórica y contextualizada sino con su existencia en general. 

  La serie muestra la prostitución como una actividad que las mujeres realizan cuando la vida las empuja a ello y ante la cual debemos sentir una mezcla de compasión y admiración. Esta difícil combinación es fruto, precisamente de la confusión ideológica que hay en torno a este tema y de la superposición de modelos de la que hemos hablado anteriormente. La prostituta es a la vez una mujer libre, alegre, fuerte, valiente, segura de sí misma y una mujer vapuleada por la vida, que ha sido manejada y engañada ingenuamente por un hombre o por una serie de hombres, es una mujer pobre, ignorante, amargada y sola, profundamente sola. La prostituta es a la vez una mujer liberal y segura de sí misma y una mujer desamparada y perdida.  Es una mujer a la que hay que estar agradecido, que hace al hombre un favor inestimable, y al mismo tiempo es una mujer que, a ser posible, no quieren volver a ver fuera del ámbito y del ejercicio de su actividad.

   En los capítulos de "Amar en tiempos revueltos" a los que me referiré a continuación, una prostituta le dice al cliente: "No venías buscando una prostituta sino una mujer" Ella no se comporta tampoco como prostituta, sino como mujer atraída por un hombre que la trata como mujer. Sin embargo, cuando lógicamente ella demanda una relación entre personas, quiere verle para charlar, pasear… y se niega a cobrarle, él responde cerrando esta posibilidad. Le regala un poema en el que hace un elogio de su actividad y define a su persona enteramente en relación con ella. La llama "paloma", y ella le pregunta, tras mostrar claramente que no sabe leer "¿no es la paloma un símbolo de libertad?" (por cierto ¿no era la paloma el símbolo de la paz?) Luego el poeta-cliente empieza con la lectura de una sucesión de metáforas en torno a “amores en las sombras, sueños adolescentes, caricias prohibidas, verdad…” y otra sarta de necedades con las que da por terminada la relación humana entre ambos.
 No va a haber ni relación de amistad posterior, ni continuidad del abuso sexual (ya que este se ha cerrado al crear expectativas humanas en la prostituta) El cliente, un escritor de izquierdas que acaba de salir de la cárcel, ni se plantea la posibilidad de que las mujeres no deberían tener que pasar por esto y que los hombres como él no deberían aprovecharse de esa situación y sí ayudarlas, ofrecerles amistad y apoyo humano. Para el público seguidor de la serie, en cualquier caso, debe seguir siendo considerado un hombre admirable y de altos ideales, sensible y respetuoso con las prostitutas.

   Quiero concluir mi análisis considerando que al presentar un hombre de ideología progresista y con fuertes ideales pero que al mismo tiempo encuentra muy normal la prostitución, la serie está tomando partido en el tema de forma muy clara. Evidentemente están en su derecho de hacerlo, lo mismo que yo estoy en mi derecho de evidenciarlo. La mayoría de la gente entiende que criticar el franquismo no es simplemente criticar a la mayor parte sociedad española, adocenada durante este momento histórico, es evidenciar la capacidad que tenemos los seres humanos para aceptar lo inaceptable. Eso es precisamente lo que trato de hacer en este artículo.